Archivo de la categoría: Arqueologías

Mirador Vol 2

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Mirador nº1

 

Fuera de catálogo. Mirador nº1.

Restos de Serie : Arqueologías

 

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Una serie para el año pasado que se quedó en el limbo. De las libretas donde se va dibujando todo lo habido y por haber…y acaba apareciendo en la página de historieta más inesperada…

Más objetos en el apartado: Objetuario.

La representación se disuelve

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Los objetos, como las nubes que pasan, se disuelven en el espacio. Se relacionan hasta tal punto con su entorno que, sin él, dejan de ser. Luz, posición, relaciones simbólicas entre unos y otros, los hacen organismos cuya representación engendra un melodrama, un movimiento y acción enmascarado tras su fijeza. Todo se mueve, vibra y brilla. Hasta lo muerto y pétreo, porque dice.

La reproducción de un objeto aporta tal cúmulo de información al lector que excede siempre las intenciones del dibujante. Y, a la vez, el múltiple lector desentraña tantas lecturas como sus experiencias en lo visual interpreta. De tal forma que el acto creativo excede al autor y a sus lectores casuales reservándose renacimientos, metamorfosis que lo multiplican en su significación hasta el delirio. Pues la representación es cúmulo de metáforas. Y así, la breve vida de las convenciones icónicas deviene arqueología que el tiempo muda en arcano, en abstracción y símbolo que, de nuevo, se metamorfosea dejando de significar más allá de la convención que pende del breve hilo de su hoy. En pocas palabras, no podemos dar un paso más allá de las metáforas, fuera de ellas los significados son disueltos.

Los objetos, las cosas, nunca terminan de ser dichas ni se acaban de decir. Lo que no deja de ser tremendamente hermoso.

Ver es recordar

Saber ver es un fenómeno construido en la experiencia. Tamaños, colores y texturas que apreciamos con la retina adquieren matices durante el proceso del recuerdo.

El dibujante aprende a ver a medida que se apropia de la representación mental del objeto. Representación que se momifica si cesa la experiencia. Así, ver de nuevo es imprescindible. El dibujante no cesa de ver y mirar el objeto. Y lo que ve y mira no es sino el comienzo, el indicio, de su representación.

Se dibuja realmente un objeto cuando la experiencia de la visión del objeto es representada en el cerebro bajo todos sus puntos de vista a la vez; cuando el objeto ya es un recortable susceptible de construirse y deconstruirse una y otra vez.

Como bien sabe el pintor o el físico, no existen límites entre los objetos; como no hay objeto fuera de un contacto con otros; como no hay objeto que no se fusione con los de su alrededor para, así, transformar su significado. Pues el campo de la visión no es el objeto visto, sino su representación neuronal. Su naturaleza elucubrante. No vemos: recordamos.

Manías sin más

…como todos uno va naciendo con una serie de taras que, poco a poco, va adquiriendo durante su inocencia…aquel primer grito desgarrado e inexplicable, allá a lo lejos, que se escucha desde la cuna; ese primer fogonazo de un sol hiriente al entreabrir el primer ojo aún empastado de legaña o, también, ese primordial manotazo que te pilla desprevenido cuando uno, infeliz,  estaba notando lo inédito de si mismo y se creía algo…pues las neuronas y sus simbólicas mezcolanzas quedan impresas en lo indeleble durante las primeras impresiones, esa genuina vez, que recibimos lo externo. Tiempos en los que ni siquiera tenemos dientes de leche. Ni de buena ni de mala.

Con éstas razones uno se va explicando sus manías. Como la de almacenar dibujos de objetos, dibujarlos de nuevo al verlos allá donde se encuentren: prospectos, revistas, enciclopedias, tebeos, diccionarios…y todo desde la temprana edad en la que los mocos penden en su reloj sin hora.

Ya a estas alturas ni me molesto en explicármelo. Sobretodo cuando uno cae en la cuenta que cercenarse las manías es una estupidez. Una sobredosis de educación que no lleva a ninguna parte, un auto amaestrarse por si cae el terrón de azúcar…

Pues eso, sin más les dejo aquí una segunda entrega de Arqueologías variadas…

Arqueologías

Nos diferenciamos de las bestias, no por el habla. Pues es bien sabido que todo bicho viviente lo hace a su modo y sin parar. Sino porque somos capaces de construir objetos diversos. Algunos alcanzan la categoria de «cosa», aunque los más no pasen de «trasto».
Y en esta sección arqueológica nos proponemos eso, ir rescatando cosas y trastos desde el punto de vista gráfico tal como se han ido dando en el mundo de los tebeos.
Como ya no se estudia Latín se tiende a desconocer la etimología de las palabras, cosa nefasta si bien se mira. Se tiende hoy a prestigiar la matemática, que es cosa de tenderos y de gente muy sensata. Pero la palabra Objeto es la forma sustantiva del participio pasivo de Objicere, es decir: arrojar delante.
Asi que no lo demoramos más y lanzamos por delante estas dos primeras láminas. Que ya tendremos tiempo de ir especulando sobre la intrincada naturaleza de nuestras relaciones con ellos y la no menos espeluznante alucinación que nos proporcionan.

Sesenta y seis objetos de los sesenta y un gato

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