Archivo mensual: agosto 2009

Un tebeo muerto

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13Rue Babilonia – Colección de tebeos de 4 páginas. #01.

Cuando a un tebeo le llega la hora de ser cadáver, su proceso de descomposición es harto  peculiar…no hablamos del ejemplar olvidado en el desván, ese espacio egipcio, que lo momifica poco a poco y lo acartona y colorea de café con leche. Cuando su muerte es consumada, no se difumina y disipa hasta la arquitectura del hueso como nos sucede a los humanos, pues el tebeo difunto, ya sin la torpe  mirada que lo agrede pretendiéndolo desentrañar, se cuenta a si mismo, vive y se recrea en abstracciones ajenas  al melodrama, al torpe suceso o a la cantinela ejemplar. Lo hace escondido, en lo más absoluto de lo privado, y es entonces cuando realmente es eso, un tebeo. Puro lenguaje.

Proximamente…

3ª-Temp-en-el-año-de-la-pes

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Esperando que se le pase el sofoco a la señorita Samsa que, la pobre, destrozó la placa base, la memoria y el microprocesador. Y nos tuvimos que hacer con otro trasto de estos…

Extra de Vacaciones

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Aqui les dejo con el Extra de las Moscas. Emprende la redacción unas merecidas vacaciones y la preparación de la tercera temporada.

Para que nos vamos a engañar, aqui hace un calor espantoso…

Lecturas para el Verano (5D5) Mari Pili en la alta sociedad

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La soledad para Mari Pili era algo tan abstracto que apenas lo comprendía.

El tedio estaba de moda en las tardes veraniegas. Pues al atardecer era cuando la languidez de los socios del Tenis Club alcanzaba su cenit, con todos ellos acicalados como para continuo festejo, en aquel paraje exclusivo y privado a las afueras del pueblo.

Mari Pili había aprendido a entornar sus párpados con indolencia estudiada. Como lo hace el plumón movido por la brisa. Y con blanda abulia cargada de promesas se codeaba con los señoritos causando estragos.

Ella, la hija de una costurera, lanzada a la cúspide por el arrebolado esplendor de su belleza, era asediada por retoños de banquero, crías de fabricantes de bombones y vástagos de falangista en veraneo trimestral. Mucho había tenido que esforzarse para adquirir aquellas maneras de imitación cinematográfica, que no entendía en absoluto: indolencias y abulias, apatías y desmayadas expresiones que la hacían “chic” entre los mastuerzos del ricacho depredador.

Pero a doña Paquita, su mamá, le había costado lo indecible acicalar a la nena, ahorrar para sedas y tules, damascos y marroquinería de adorno. Interminables noches de costura dañándole los ojos la condujeron a la miopía. Junto a un brasero, procurándole un tenue calor que imaginaba preludio de estufas y radiadores, mantas eléctricas acolchadas y toda clase de felices parabienes que se oteaban tras el plan Marshall.

Y así, Mari Pili, con amaestrado recato, agudizaba sus formas hasta el mareo, insinuaba sus senos inhiestos e inmóviles y torneaba sus caderas como bordados de antesala que prometían su culminación en el paraíso mesiánico de su abdomen.

Un jersey de tweed de Mari Pili, no sólo causó estragos entre la muchachada, sino que provocó el odio eterno femenino al modo cartaginés. Las amigas de su círculo se juramentaron para encontrar un motivo que la expulsara del Tenis Club. Y en vista de que en sus estatutos nada la hacía factible idearon una trampa.

Y para sus propósitos nadie más ad hoc que el bueno de Carlitos Arizmendi.

Pitita, Fufi y Lulín perpetraron la perfidia. Los celos de estas tres mujercitas mimadas ya habían alcanzado ribetes mayestáticos.

Mas permítaseme no privar a los lectores de una Mari Pili enfundada en su Tweed que, calzado como un guante en su tórax, modelaba tal finura de formas que pulimentaba las miradas. Así, la curvatura de su cintura ofrecía tal óvalo con sus caderas, que ni lo aerodinámico en el ave hubiera osado competir. La finura de sus hombros, esa curva de su caída, dinamitaba con creces la ortodoxia clásica de lo bello. Pero sus senos ¡ay sus senos¡ eran dos perfectos promontorios de imposibles finisterres. Pacatos, como los de la ideal ama de cría y, sin embargo, imanes de lubricidad.

Todo sucedió muy rápido. Dejando sin gasolina el descapotable de Arizmendi obligaron a la pareja a pernoctar al raso, en pleno ecosistema, añadiéndole a la naranjada de Carlitos un chorrito de Excitín robado en los cuarteles de la remonta y que, dicho sea de paso, se le administraba al semental ayudándose de cuentagotas.

Fue el cabo Fuensanta, de la benemérita, quien encontró el cadáver del muchacho en el interior del vehículo, sorprendiole el rigor mortis en prolongada erección, tanto que hubo que aserrar para enterrar en cristiano y ataúd standard. Mari Pili, entre sollozos, contábale a los muchachos la repentina indisposición que la privó del programado viaje y, éstos, la consolaron sobre su tweed. Mientras, Pitita, Fufi y Lulín comenzaban a pensar levemente sobre la conveniencia de profesar para convento. Tal como el padre Lebreja les aconsejó en la espontánea confesión que las ateridas ninfas, aún horrorizadas de su broma incalculada, efectuaron al confesor.

Mas, tan pronto se les pasó el sofoco, no dejaron de idear nuevas acciones contra Mari Pili. Pues, al no haber contrición, le cogieron gusto. Pero, éstas, ya son otras historias y otros veranos.

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Novela Popular. Ejercicios de estilo (folletín)