Archivo mensual: septiembre 2012

Obedece

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Castremos al Macho tal día como hoy.

Restos de Serie : Arqueologías

 

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Una serie para el año pasado que se quedó en el limbo. De las libretas donde se va dibujando todo lo habido y por haber…y acaba apareciendo en la página de historieta más inesperada…

Más objetos en el apartado: Objetuario.

Abajo y Arriba

 

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De la serie: Etcétera.

Edición Papel

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A punto de imprenta Sólo para Moscas. Así que la redacción es un infierno a punto de ultimar la edición papel ¿Qué sucederá con nuestro querido Blog? Nadie es capaz de saberlo. Porque tenemos la buena costumbre de no saber que nos sucederá al día siguiente. Por su parte Raw Tijuana nos deja enfrascado como anda con la lectura de Harry Dickson.

Hasta el día de autos iremos subiendo al Blog lo que llamamos Residuos, es decir: todo lo que se quedó en el tintero y no pudo aparecer en pantalla. Subiremos también los entresijos del Blog, esas libretas y cuadernos que lo fueron configurando. Y algún detalle más que ignoramos ahora.

Las Moscas fueron dibujadas, poco nos queda sino repetirse. Así que la migración a nuevas elucubraciones está próxima. Nuevo formato, temáticas y renovaciones drásticas nos esperan…les iré informando…pero aún nos queda un largo trecho en Sólo para Moscas…seguimos…

Un avance del capítu Once del libro lo pueden ver en SCRIBD publicado por Javier Mesón.

 

Dietario para los días perdidos

1- Subir a Rosendo a una palmera. Procurar que su madre no se entere.

2-Comprar un mono de plástico y hacerle un agujero.

3-Tomar el sol y tomar apuntes para las páginas 3 y 4.

4- Andar hacia el horizonte. Tomarse la tensión cada 3 Km.

1- No parar hasta que se me ocurra algo para la página 9.

2- Ricardo es ya tan cuadriculado como su padre.

3 y 4- Ir de desperdicios con los pobres de la C/ Alboraya.

1- Esta noche con Garrido. Sus hijos tienen paperas.

2- Pintar la mona todo el día.

3- Resaca nº3.

4- El dedo se niega a dibujar.

1- Ducharse durante todo el día.

2- Una tarde con F. Acompañarlo a la Isla Perdida.

3- El Tio Cebolleta me cuanta su historia por tercera vez.

4- Fumando una pipa en el estercolero. Ramón me cuenta sus desdichas.

1- Mi tio Sebastian se ha muerto del todo.

2- Noche de sepelio.

3- En el Club de los Luchadores de Catch jubilados.

4- El tiempo vuela que da gusto. Contemplarlo todo el día.

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Esos días que pasan. De la Sección – Memorias de una Papelera.

Los Abismos de las Aceras (2D3)

♦♦♦ 2ALMANAQUE DEL TIEMPO

Branquias azules se ciñen al cuello perfecto de Adela, cerradas valvas de molusco dormido que adornan la columna de su cabeza erguida, que gira sobre su pedestal rosado describiendo arcos que parecen suspender su movimiento de pausas. Así de prolongada mira Adela.

Mira, inclinando su frente cubierta de rizos la taza vacía que guarda el poso nacarado de una infusión aún tibia y con grumos anillándola. Intenta descubrir, predecir, su suerte o su desdicha. Molesta sus indagaciones la rodaja de limón, levemente ocre y lefa y desprovista ya de la totalidad de sus lágrimas ácidas que se han ido mustiando. Como si se hubiera introducido en la taza la orfebrería de un reloj de pulsera que adelanta y consume un tiempo para Adela, hoy, precioso.

No intenta deshacerse de la rodaja, dejarla a un lado, sobre el platillo donde se planta la taza como un eunuco.

Desilusionada deja de mirar. Su atención, ahora, se distrae por un instante en la cucharilla que lo ha removido todo: el agua hirviente;  el terrón de azúcar; la bolsita de fieltro con su polvillo de hojas secas que ha dificultado el remover, haciendo que la cucharilla se enredara, a veces, en el hilo de algodón que pendía de la bolsa para acabar en el reclamo exótico que la marca “Perfect Mummy”. El vaso de agua, sobre la mesa, permanece intacto, tanto que se ha procurado para distraerse bolitas de aire que van corrompiéndola. Adela, su mirada, todo lo ve triste, ve el tiempo que se ha ido osificando alrededor de todo lo visto. Durante su espera se le esfuman los pensamientos, rápidos, inconscientes y sin importancia que apenas unos minutos antes llevaba consigo como perlas de distracción. Ahora le aprietan las costuras de sus zapatos, tampoco su pié encaja en el molde, quizá en exceso puntiagudo, como para pies afilados o pezuñas de topo. Los racimos de sus dedos se estofan y buscan tranquilidad. Ni aún con cuatro dedos se adaptaría a esa forma de su calzado para compromisos. A lo lejos, en el Zoo, una mona grita.

Pero ni siquiera el dolor se concreta y, rápidamente, se distrae de nuevo en la siguiente nimiedad, ahora la llegada de Ramón, al que observa entrando a la cafetería buscándola con la mirada. Pasa a su lado, la mira sin mirar, otea de nuevo hacia todos los rincones sabiendo no encontrarla, ojea su reloj de liebre que avanza como si leyera un breviario. Finalmente se sienta a esperarla en una mesa vacía, junto a la ventana, aún sin despejar de la consumición de una infusión otra. Adela bosteza unos minutos y finalmente se levanta y se va. El tiempo riza la hojarasca de las aceras sin levantarla. Su calzado es un martirio. Ramón la ve alejarse y pide un café. Es preciosa- se dice. Y sorbe.

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De la Serie – Adela y Ramón

Los Abismos de las Aceras (1D3)

♦♦♦ 1 – La Ciudad y los Tuertos

Los cristales de las ventanas vibran roncos en su domicilio. El tráfico rodado de la avenida captura un trance de miradas con chabacano meneo de nalgas. Es como si un tísico crónico habitara todas las habitaciones a la vez.

Cuando todo esto sucede, callan los dos pájaros en jaula, tendidos en la pared por una alcayata de acero. Callan, presentidores que son de catástrofes al caer. Enmudecen, al mismo tiempo que paralizan la constante brega de un palito al otro. Son jilgueros tuertos, eunucos de un ojo para afinar sus trinos.

Ramón los ha comprado en la Plaza Redonda un domingo de mercado. Eran los más cantores de entre todos los puestos de pajarería; situados, casi en el centro de la plaza, en su mínimo círculo anillado de fuente seca.

Ramón, no está seguro, recuerda al vendedor, también tuerto; su mujer, tuerta; sus hijos, tuertos. Con su ojo neblinoso engarzando a Ramón, hipnotizándolo a la compra.

Un veguero, en la boca ladeada del comerciante, enmascaraba su ojo tieso haciéndolo vibrar de espejismos en miradas.

Sus hijos, su mujer…todos tuertos del mismo ojo. Quizá el derecho, quizá el izquierdo. Que no se acuerda Ramón, abocado a escuchar el ronco tembleque de los cristales que fotografían su vida.

 

 

Entonces se acuerda de don Rosendo Amores, del que se supo, una vez muerto, que poseía dos ojos, intactos, hasta el mismo día de su defunción, que después, apagados en la muerte, se dieron a perder.

Sin embargo, Angelina, su mujer con cincuenta años de esposa a sus espaldas; Luís Eduardo, hijo aún anclado a la custodia del hogar, o Fernandita, la juguetona niña pequeña, ignoraron el hecho, hasta que el Doctor Bravas al quitarle el parche de su ojo izquierdo una vez fallecido, se lo comunicó a doña Angelina y ésta a Luís Eduardo. Sólo, al parecer, Fernandita, tan juguetona con su padre, ya lo sabía, pues no dio muestras de sorpresa alguna. Qué misterio, pues, encerró a Don Rosendo Amores que, tras cincuenta años de matrimonio y algunos de noviazgo, fingiose tuerto del izquierdo sin cejar en su impostura. Turbia es la vida y rara su practicidad.

 

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De la Serie – Adela y Ramón

Otro relato de la misma serie aquí