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…más bocetos para la serie Oruga…vidas sin tiempo…
Publicado en ARCHIVOS, ORUGA (Bocetos)
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La crónica de la infancia bien pudiera ser la historia de una devastación. Un apedreamiento hasta enterrar al infante en el Super-Yo freudiano. Descalabro total en civilizaciones agónicas, atrapadas, prisioneras de sus insondables y mitificados fundamentos de los que ya nadie es capaz de explicar su alegórico mensaje: son los tiempos del lobo escolástico. Cuando todo es ceremonia, solemnidad y espectáculo, comienza la desolación…
Mientras tanto nuestros personajes de ficción balbucean, buscan su voz, no quieren ser esperpento y espejo de adultos que se reflejan en ellos…y se dan cuenta que su voz está enterrada en ningún lugar, sepultura infinita, búsqueda abisal.
Sin embargo hablan, tienen que decir. Porque el silencio es la ceremonia, la solemnidad de un espectáculo que los sepulta. Y el dibujante les deja hablar, decir, con la esperanza inútil de escuchar aquella su voz que ni siquiera sabe bien si llegó a decir.
La civilización Occidental repta, culebrea y se desliza, se chuta hacia su propio apocalipsis… sólo los niños presienten el desastre…todo acabará en un parvulario.
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Toma 4- Como del primer grito del recién nacido, también se extrañan los personajes de sus primeras palabras aún forzadas; porque el golpe de aire que las provocó es aún la impostura del propio dibujante. Tan extrañado como ellos del brotar de esas sus voces. Así, tras la sorpresa, ya el personaje recelará del propio dibujante. Y, a su vez, el dibujante tendrá que respetar las voces propias de los personajes. Escindirse o hacer pedagogía, ese es el dilema del dibujante. La pedagogía será bien recibida por el lector, ansioso de autoafirmarse. La escisión provocará desconcierto. Los lectores no quieren pensar, quieren reiterar lo que esperan recibir, leer lo que ya saben, pagar por escuchar de nuevo su mantra de sosegantes certezas. El dibujante, pues, ha de partir en busca del lector, sorprenderlo cuando descansa de generalizarse en lectores y lee con ojos nuevos, paradójicamente los propios.
De nuevo no habrá que tener prisa alguna. Y dejar que, freudianamente, mate el personaje al propio dibujante.
No existen los lectores, existe el lector. Adoptamos esa convención cuando necesitamos ser mercado, tribu, identificarnos para descansar de nuestra propia inconsistencia. Necesidad que es huella de pavorosas e ineludibles derrotas.
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Toma 3 – En mis más horrendas pesadillas, al cruzar una esquina, cuando un cielo plomizo tiñe el nuevo panorama, aparecen cien pedagogos que me miran enarcados. Nada hay más sutilmente macabro que un pedagogo, con esa su mirada de regla milimetrada y esa su sonrisa de melladas certezas. Y me dicen: ¡cállate! Todos y cada uno van con una caja de cartón asida a sus sobacos y, a veces, la mano de un niño asoma por un instante. Son las manos de los niños que no se callaron. Porque el pedagogo come niños, los deglute y pone un huevo.
También de sus bolsillos asoman toda clase de envoltorios. En ellos guardan todo lo que van midiendo, porque certifican defunciones, ese es su oficio, embalsamar para ordenar el mundo. El mundo de lo muerto. Al niño que no cabe en sus reglamentarios envoltorios lo trocean, numeran y lo embuten. Por mi parte, no sé ni cómo, siempre encuentro una bicicleta a mi lado…entonces comienza la persecución, la mía…ya despierto, entre sudores, descubro que me falta un dedo, otro día el lóbulo de una de mis orejas, o descubro un domingo la huella de uno de sus dedos en un dibujo…pero me doy cuenta que sigo soñando y mi despertar sigue formando parte del sueño, de sus sueños…y me digo: no me cogerán despierto.
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Más bocetos para Oruga -Toma 2 – Una serie en marcha donde lo único cierto es dibujar historietas sobre niños desolados. Los personajes, al ir dibujándolos, se van haciendo lentamente a si mismos, aún indefinidos.
También se busca ahora el tono gráfico general, escuchar el ruido de fondo de la propia serie, que será el indicio de la propia voz de los personajes. Pues siempre hay un instante en el que los personajes necesitan hablar. Hay que tener paciencia.
Familiarizarse con el trazo, caligrafiar poco a poco un ambiente sostenido. Dejar que los personajes se relacionen con el ambiente que, a su vez se va formando, con los demás niños, con lo externo. Sin descuidar las relaciones consigo mismos, su porción cataléptica y ensimismada.
Hay que procurar que los niños deambulen por su geografía. Que descubran su relación con las cosas que la habitan. Sin la propia sorpresa del dibujante todo languidecerá.
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Bocetos para la serie Oruga. Toma 01. Un viaje a las pesadillas de la desolación.
En esta sección podrá ir viendo el lector el proceso de lo que pretendo una serie de historietas tal como se van formando en el día a día. Bocetos, apuntes y textos que la van conformando. Mi manera de trabajar es fortuita en su primera fase. La primitiva idea, el germen, prefiero que asome a partir de lo gráfico. El dibujo no ha de explicar, sino contar. Así, los guiones surgen del mismo dibujar y, raramente, de parrafadas en folios, No por nada, sino porque transcribir lo escrito me aburre bastante. Esto no quita que, en un momento del proceso, cuando los guiones se forman ya en mi cabeza gráficamente, pueda transcribir algunos para ahorrarme tiempo, eso sí, descritos en una especie de sintética jerga acompañada de raros signos y una taquigrafía personal ininteligible para el normal transeúnte que me revierte hacia lo gráfico y la primitiva sensación que lo originó. Si los materiales con los que se dibuja, pinta etc., ya de antemano inciden en el resultado, la técnica del guionar también influye poderosamente en el resultado final. Es decir, el medio condiciona el mensaje. Y los mensajes, a su vez, sólo encuentran su razón de ser dentro de los códigos del medio que los emite. Así, esta manera de hacer responde a un intento de eliminar cuantos “intermediarios” sean posibles entre la idea y el resultado final. Un trabajo, pues, a la intemperie. Un proceso que intentaré ir exponiendo aquí.
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